Para Tita Menchaca, uno de los días más felices de su vida fue cuando se supo embarazada y se casó con Waldo, quien llegó a su pueblo a establecerse luego de quedar viudo con una bebé. Por ocho años, Reinaldo fue feliz por tener a sus padres con él, y también a su hermana mayor, Fabi. Reinaldo -al que todos llaman- Rey nació con una gran habilidad para jugar futbol soccer, y por esta razón Tita lo encaminó para que hiciera de esa afición, su profesión. Lejos estaban de imaginar que debido a la adicción de Waldo por las apuestas, de la noche a la mañana tendrían que abandonar el paraíso costeño donde habían vivido toda su vida.

En la Ciudad de México, Tita y su familia se instalan en una pensión que es propiedad de Martina Morales, y donde conocen a los habitantes de tan peculiar lugar: al Coronel Bonifacio Durán, a los esposos Froylán y Salomé Ávila, y a su hija Frida; y a Genoveva “Beba” Tovar. Tita empieza a trabajar como vendedora ambulante en una esquina del popular barrio, y después consigue trabajo como empleada doméstica en casa de la familia Linares.

Emiliano Linares, su esposa Nadia y sus hijas Maika y Valeria viven en un elegante edificio. Rey se hace muy amigo de Valeria, la hija menor de los Linare, pero cuando Nadia lo descubre, se horroriza y despide a Tita de la manera más humillante y cruel. Rey le asegura a su “jefa”, que algún día le va a comprar un departamento en un edificio tan lujoso como ése,  del que los corrieron sin ninguna consideración.

Waldo abandona a su familia. Tita se promete velar y poner todo su empeño para que sus hijos realicen sus sueños: que Rey logre ser futbolista, y Fabi enfermera. En el proceso conoce a Daniel, La Bomba Rodríguez, un exfutbolista que ha caído en el alcohol y gracias a Tita se ha rehabilitado. Pasan siete años, y todos los esfuerzos de esta abnegada madre empiezan a dar frutos. Pero al crecer, surgen otras situaciones y problemas con sus hijos, propios de la edad. Por fortuna, Tita cuenta ahora con el apoyo de Daniel “La Bomba” Rodríguez, ahora entrenador de Rey.

En la vida de Tita reaparece Delfino Zamora, amigo de infancia y su enamorado del pueblo. Él y Daniel lucharán por el amor de Tita a lo largo de toda la historia. Tita está convencida de que con esfuerzo y dedicación, Rey puede llegar a ser parte de un equipo de la primera división y después ser llamado a la Selección Nacional de México.

Cuando Tita está a punto de casarse con Daniel, reaparece Waldo, quien no estaba muerto como todos creían y la felicidad de Tita se ve amenazada. Por su parte, Rey se ve en una encrucijada amorosa: no sabe a quién ama, si a Frida (su vecina y compañera de toda la vida), o a Valeria (hija rica de los Linares que fue su primer amor y que lo deslumbra siempre).

Esta es la historia de una madre ejemplar, que lucha siempre por los suyos y no descansa hasta que su hijo es un destacado deportista, y ella,  la jefa del campeón.